La música popular chilena acaba de perder a uno de sus nombres más notables del siglo XX. Cecilia, la incomparable, falleció esta jornada a los 79 años, según detalló su cuenta de Instagram. En los últimos años, la artista había padecido complicaciones a causa de un EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica) que la obligó a internarse al menos en un par de ocasiones.
Nacida como Mireya Cecilia Pantoja Levi en 1943, su carrera musical más formal comenzó a fines de la década de los cincuenta al integrarse a un cuarteto que se hizo llamar Los de Tomé, en referencia a la ciudad de origen de sus integrantes.
Junto a ellos se presentó en estaciones radiales de la zona de Concepción e incluso accedieron a grabar un primer y único single con la compañía RCA, el que logró escasa repercusión. Tras la disolución del conjunto, Pantoja decidió probar suerte en solitario acompañada de un grupo de apoyo llamado Los Singers.
Fue en 1962, cuando Cecilia lanzó sus primeros sencillos para el selló Odeón. Allí la figura clave fue el productor Rubén Nouzeilles, quien quedó impresionado al escucharla cantar. Al poco tiempo consolidó un repertorio sostenido en los arreglos de Luis Barragán y Valentín Trujillo, en que destacaban las baladas italianas que siempre reconoció como una influencia. Canciones como Tango de las rosas (1963), Dilo Calladito (1963), Aleluya (1964), la inmortal Baño de mar a medianoche (1964), le dieron sus primeros éxitos y la volvieron una estrella juvenil de la ascendente Nueva Ola.
Cecilia no solo destacaba como intérprete, sino que además por su desparpajo. Con un estilo escénico desfachatado y provocativo, se volvió una trasgresora en una época en que había un molde establecido para las estrellas de la canción, en particular las femeninas. Lejos de presentarse como una señorita de estudiados modales y carácter dulce, la cantante potenció una imagen andrógina de cabello corto y gestos escénicos como el “beso de taquito”.
Este último le valió una polémica al ganar el Festival de Viña en 1965, con la canción Como una ola, de Maria Angélica Ramírez. La organización fue enfática en recomendarle no ejecutar el “beso de taquito”, pero ella no hizo caso. E incluso, pese a su triunfo, debió enfrentar las pifias de una parte del compuesto “Monstruo” de la época.
Pese a ello, fue la primera ganadora de Viña en presentarse en el festival de Benidorm, en España, gracias al intercambio entre ambos eventos. Allí se presentó el televisión y grabó en los estudios Odeón en Barcelona. Pero una prometedora carrera en la península se verá frustrada por variadas complicaciones, en particular en su voz. Un golpe que llegó en el momento menos oportuno, en pleno ascenso artístico.
La segunda mitad de los sesenta fueron difíciles para Cecilia. Su popularidad poco a poco comenzó a menguar, coincidiendo con el declive de la Nueva Ola. Tras grabar algunos LP’s para Odeón, la artista apostó por renovar su propuesta artística al fichar por la discográfica CBS/Phillips. Así grabó versiones de Gracias a la Vida, de Violeta Parra (de quien era cercana y compartía su carácter indómito) y Plegaria a un Labrador, de Víctor Jara, con un ambicioso arreglo de Valentín Trujillo, a tono con el pop más barroco de la época.
En 1970 compitió por segunda vez en el Festival de Viña, aunque no ganó. Acaso como un signo de los tiempos, en que su nombre poco a poco irá saliendo de la figuración mediática para volverse una suerte de figura de culto que subsistía cantando en boites, restaurantes y locales nocturnos. Una situación que se hizo más profunda con declive de la golpeada bohemia de la capital y el auge de nuevas corrientes en los años de la dictadura militar.
Por ello, ya en los ochenta, su figura fue rescatada desde acotados círculos de artistas underground. Así, el director teatral Vicente Ruiz, recurrió a su parte de su repertorio para musicalizar su obra Hipólito, con una banda en vivo que incluía a Javiera Parra, la nieta de Violeta, quien años después, grabará su popular versión para Compromiso, permitiendo el acercamiento de Cecilia para nuevas generaciones.
A fines de la década, en 1987, Cecilia debió afrontar el momento más difícil de su vida, al pasar 28 días en la cárcel, debido a facturas impagas y un presunto caso de estafa que ella nunca ha reconocido, según se informó en la prensa en ese momento. La artista defendió la tesis de que el arresto tuvo motivaciones políticas. “Estuve presa 28 días por haber grabado el tema Gracias a la vida. Creyeron que era comunista y yo no soy de ningún partido político, te diré… era activista del partido MIR”, dijo al matinal Buenos Días a Todos.
Con la actividad discográfica muy acotada en los años siguientes, Cecilia tuvo esporádicas apariciones públicas. A fines de los noventa intentó sin éxito gestionar una oportunidad con EMI/Odeón, pero sin resultados. Solo años después, patrocinada por el sello Master Media, publicó Mi historia en vivo, el registro de un show de comienzos de la década de los 2000 en la Sala Master, en que interpretó temas clásico de su repertorio.
En los últimos años, la actividad de Cecilia se ha concentrado en el rescate de antiguo material, además de recibir reconocimiento por parte de nuevas generaciones. Así, se cuentan obras teatrales como Una historia incomparable, estrenada en el teatro Biobío, a cargo de la directora Paula Barraza y la serie sobre su vida, Bravura Plateada, dirigida por Vane Miller. Esta última permitió el rescate de Jauría de mujeres, una de las canciones que escribió a la sombra de la prisión y se grabó en colaboración de una de sus declaradas admiradoras, Mon Laferte. Además, sufrió problemas de salud que la forzaron a ser internada por un cuadro respiratorio, en 2018, los que se repitieron en 2023.