Luz verde para el programa europeo de reconstrucción que debe servir para luchar contra la crisis desatada por el coronavirus. Pero poca claridad, por ahora, sobre los detalles definitivos de ese plan. La cumbre europea celebrada este jueves por videoconferencia ha respaldado la creación de un fondo de recuperación ligado al presupuesto plurianual de la Unión Europea. Pero Las discrepancias entre los socios sobre el montante del fondo y sobre su reparto han sido todavía evidentes durante la cumbre.
Aun así, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se ha mostrado “optimista” tras el encuentro porque percibe “un sentido de urgencia” y “una gran voluntad política para trabajar juntos y llegar a compromisos».
La Comisión Europea, presidida por Ursula Von der Leyen, se ha comprometido a presentar el proyecto del fondo en las próximas semanas. Fuentes comunitarias indican que la primera propuesta podría estar lista antes del 6 de mayo. El principio de acuerdo supone el pistoletazo de salida para un programa que, según los cálculos de Bruselas, debería movilizar en torno a 1,5 billones de euros.“Europa no tiene futuro si no puede encontrar una respuesta a este shock excepcional”, ha resumido el presidente francés, Emmanuel Macron, tras la cumbre, que aún no se da por satisfecho con las propuestas que maneja la Comisión.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no ha realizado declaraciones tras la cumbre. Pero la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, ha señalado que observa «un cambio de tono en el debate” y ha celebrado que la negociación se oriente hacia las tesis defendidas por España, que el pasado lunes presentó una propuesta (para un fondo de hasta 1,5 billones de euros) que ha sido considerada por las instituciones europeas como un elemento muy positivo para desbloquear el debate sobre la respuesta a la crisis.
Michel ha logrado el acuerdo de los 27 Gobiernos para establecer un fondo de recuperación tras cuatro horas de videoconferencia, una cita en la que el ambiente entre los líderes ha sido mucho menos bronco que en la del pasado 27 de marzo. En aquella ocasión, la mayoría de los socios eran reacios a una intervención masiva y Sánchez y el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, tuvieron que plantarse para exigir una respuesta común más ambiciosa.
En la videoconferencia de este jueves, la cuarta desde el comienzo de la pandemia de la covid-19, el tono ha sido mucho más constructivo, según fuentes diplomáticas. Y a pesar de las diferencias, se ha aceptado el lanzamiento de un plan de recuperación que deberá concretarse en las próximas semanas. “Hoy, todos hemos acordado trabajar en un fondo de recuperación específico, necesario y urgente, dedicado a los efectos de la crisis de la covid-19”, ha señalado Michel tras la cumbre.
Aun así, los rifirrafes fueron evidentes. El primer ministro neerlandés, Mark Rutte, suavizó el tono y cambió el término “condicionalidad” por el de “convergencia por arriba”. Pero su objetivo era el mismo: la necesidad de que cualquier ayuda se supedite a reformas y mejora de la competitividad en el sur de Europa.
Pero el brazo duro de los llamados países frugales fue esta vez el primer ministro de Suecia, el socialista Stefan Löfven, totalmente contrario a la concesión de subsidios, según las fuentes consultadas. Su posición sorprendió a la delegación española, dada la proximidad política entre Pedro Sánchez y Löfven.
Michel, sin embargo, evitó que el debate descarrilase como estuvo a punto de ocurrir en marzo. El presidente del Consejo aprovechó tres armas para mantenerlo encauzado. Primero, la videoconferencia del pasado lunes en la que participaron Sánchez, Conte, Rutte, Macron y Merkel, y que sirvió para allanar el terreno. La ausencia de conclusiones al final de la cumbre también le permitió soslayar largos debates sobre cada línea del texto. Y por último, impuso un método para pedir la palabra, mediante solicitud expresa a través del teléfono, que complicó las réplicas cruzadas.
Michel cumplió así sus principales metas. La cita, de entrada, ha permitido aprobar las medidas pactadas por los ministros de Economía de la zona euro, un plan que prevé líneas de crédito para el gasto sanitario a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad (que podría ofrecer a España más de 25.000 millones de euros), un plan de préstamos para financiación de las regulaciones de empleo (que estaría dotado con 100.000 millones) y un programa de avales gestionados por el Banco Europeo de Inversiones valorado en 200.000 millones de euros.
Y en segundo lugar, la cumbre encargó a la Comisión el diseño del fondo de reconstrucción. El primer paso será evaluar las necesidades financieras tras verificar el daño sufrido por los diferentes sectores. Solo en turismo, el comisario europeo de Industria, Thierry Breton, calcula que se podrían necesitar más de 300.000 millones de euros para recuperar la actividad previa a la parálisis.
El montante total del futuro fondo aún está por decidir. España, Francia o Italia han defendido que se debería llegar al billón y medio de euros, cifra que coincide la propuesta presentada por el Gobierno de Sánchez el pasado lunes y con las estimaciones de la Comisión Europea. Fuentes diplomáticas aseguran que el debate durante la videoconferencia no se centró en cifras concretas. Pero, de manera significativa, la canciller alemana, Angela Merkel, ha reconocido durante la cumbre que la intervención deberá ser “enorme” y ha mencionado como punto de partida la cantidad de un billón de euros.
Los socios del Norte, con los Países Bajos al frente, han reclamado, en cambio, contención y han insistido, sobre todo, en que la inyección de capital se canalice con préstamos reembolsables sin ninguna ayuda a fondo perdido.
Batalla pendiente por los detalles
La batalla por los detalles se anuncia complicada y podría tardar semanas o meses en cerrarse, en particular sobre el reparto entre préstamos y subvenciones. Von der Leyen ha asegurado tras la cumbre que se buscará “un equilibrio correcto entre préstamos y subsidios”, lo que apunta a una decisión salomónica para contentar a ambos bandos. Fuentes comunitarias apuntan que al menos el 40% del fondo serían subvenciones a fondo perdido. Además, un 10% podría utilizarse como apalancamiento para otros recursos que también se traducirían en fondos no reembolsables y completados con inversión privada.
En todo caso el gran avance de la cuarta cumbre de la covid-19 es que la UE acepta que ya no puede afrontar el impacto económico de la mortífera pandemia como una mera crisis para la que sirven las recetas habituales.
Tras varias semanas de titubeos y un intento de atajar el problema con parches de emergencia como la aceleración de los fondos estructurales, la Unión se embarca ahora en una operación de rescate a nivel europeo como no se había acometido en toda la historia del club.
Hace apenas dos semanas, los líderes del Consejo parecían vivir en mundos paralelos. Rutte y sus aliados (Austria, Dinamarca, Suecia o Finlandia) se negaban incluso a contemplar una línea de crédito sin condiciones a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad (Mede) para el gasto sanitario. En el otro extremo de la mesa, España y, sobre todo, Italia, apostaban por unos eurobonos que ni siquiera se han llegado a discutir.
La virulencia de la pandemia (que ya se ha cobrado más de 100.000 vidas en Europa) y el brutal descalabro económico (la presidenta del BCE, Christine Lagarde, ha advertido durante la cumbre que el PIB de la zona euro puede caer hasta un 15% este año) ha obligado a los miembros del Consejo a moderar sus respectivas posiciones y a buscar un terreno de entendimiento.
El primer paso fue el acuerdo del Eurogrupo del pasado 9 de abril, ratificado por la cumbre. Pero todos los analistas reconocían que aquel paquete (valorado en 540.000 millones de euros en préstamos) era poco más una red de seguridad para los primeros meses de la crisis.
El acuerdo de la cumbre de este jueves marca el inicio de una segunda fase en que la intervención, de mucho mayor alcance, se articulará mediante una ampliación del nuevo Marco Financiero Plurianual (MFP) y un programa de recuperación basado, según los borradores del plan, en la emisión de 323.000 millones de euros en deuda respaldada por el presupuesto comunitario. Se trataría del mayor endeudamiento conjunto del club en toda su historia. Bruselas confía en que la combinación de esos recursos con otros instrumentos financieros de nuevo cuño permitirá movilizar entre 1,4 billones y 1,6 billones de euros entre capital público y privado. Una inyección equivalente, como mínimo, al 10% del Producto Interior Bruto, cota que Bruselas considera imprescindible para recuperar la economía y, sobre todo, reequilibrar la situación del continente y evitar que la crisis deje a algunos socios postrados y sin posibilidad de seguir el ritmo económico del resto.
Fuente: https://elpais.com/