«Actúa como si tuvieras covid-19. Esto salvará vidas. Hagamos todo lo posible para unirnos contra la pandemia», se lee en un mensaje que le llegó a todos los habitantes de Nueva Zelandia el 25 de marzo pasado, cuando el país entró a un bloqueo nivel 4 después de registrar 102 casos.
A partir de ese miércoles, todos los neozelandeses empezaron un confinamiento obligatorio de cuatro semanas, con excepción de las personas que realizan actividades esenciales, como la atención médica. Asimismo, quienes necesiten salir de las compras o hacer ejercicio pueden hacerlo en un radio máximo de dos cuadras del hogar, expuso The Washington Post.
Hoy, a dos semanas del comienzo de la cuarentena nacional, el Ministerio de Salud del país reporta en su página web que durante el día se conocieron 50 casos nuevos de covid-19, llegando a un total 1.210 casos confirmados -12 de ellos hospitalizados, dos críticos- y un fallecido. Pero las cifras de la curva de contagios han sorprendido a los expertos que ven cómo en los últimos días los casos nuevos han ido en descenso: El domingo 5 de abril se reportaron 89 casos, el lunes 67 casos, el martes 54 casos y hoy 50. Es por eso que, según el Post, el país oceánico no sólo aplanó la curva: la «aplastó».
¿Cómo Nueva Zelandia ha logrado ir aplanando la curva?
Un confinamiento estricto y la cualidad insular
El 28 de febrero pasado se confirmó el primer caso de covid-19 en Nueva Zelandia de un paciente neozelandés de 60 años en Auckland que viajó en un vuelo de Emirates Airlines que comenzó en Teherán (Irán), hizo escala en Bali (Indonesia) y terminó en Nueva Zelandia, informó en esos momentos la Deutsche Welle.
Tras ese día, la gran mayoría de los casos que se han ido descubriendo se han vinculado a viajes internacionales, lo que ha hecho que el seguimiento se convierta en una tarea relativamente fácil y que los círculos cercanos de los sospechosos sean grupos identificables. Y dado los bajos casos que se han dado por transmisión de persona a persona en el país, los hospitales no han colapsado. Esto, debido a las medidas estrictas tomadas por la Primera Ministra de Nueva Zelandia, Jacinda Ardern, para combatir el virus.
Tras percatarse de que la mayor parte de sus contagios provenía del exterior –el país recibe cuatro millones de turistas al año- el Gobierno neozelandés optó cerrar sus fronteras para extranjeros el jueves 19 de marzo pasado a partir de las 23:59 horas. En el caso de Nueva Zelandia, al ser una nación insular, la medida fue inmediata y así se controló la entrada del virus que –en gran medida- venía de otras partes del mundo.
«Jacinda abordó esto de manera decisiva e inequívoca y enfrentó la amenaza», dijo Michael Baker, profesor de salud pública en la Universidad de Otago y uno de los mejores epidemiólogos del país. «Otros países han tenido una aceleración gradual, pero nuestro enfoque es exactamente el contrario», explicó. Mientras otras naciones occidentales han intentado frenar la enfermedad y «aplanar la curva», Nueva Zelandia ha tratado de erradicarla por completo.
Adicionalmente, la Mandataria el lunes 23 de marzo declaró a través de cadena nacional y desde su oficina –algo que no hacía un gobernante desde 1982- un plan de alerta en respuesta a la pandemia y le advirtió al país que en 48 horas se entraría en un confinamiento total para los 4,8 millones de habitantes durante las próximas cuatro semanas –dos periodos de incubación completos- para intentar eliminar la propagación del virus.
Bastaron 10 días para que los efectos del confinamiento total comenzaran a dar señales positivas, disminuyendo así los casos nuevos diarios. «Las señales son prometedoras», expresó Ashley Bloomfield, directora general de salud, a The Washington Post.
Pero Bloomfield reconoció que se mantiene «cautelosamente optimista» respecto al aplanamiento de la curva, y dijo que parecía que el rápido movimiento del Gobierno de pasar del nivel dos al cuatro en el espacio de dos días parecía estar ayudando a contener el virus y detener el brote generalizado de la comunidad.
«Pero nuestro objetivo es acabar con él», sostuvo la doctora.
Los buenos resultados de las medidas han hecho que aumenten las peticiones para disminuir las restricciones de confinamiento, especialmente estando a un día de que comience Semana Santa, pero la Premier ha sido clara: «Hay que completar las cuatro semanas».
Aunque ha habido personas de su propio sector que han sido «rebeldes» a las estrictas medidas, como lo fue su ministro de Salud, David Clark, que renunció a su cargo –dimisión que no fue aceptada por la emergencia que supone el covid-19- tras haber sido sorprendido dos veces por autoridades sin respetar la cuarentena: una vez andando en bicicleta fuera del perímetro establecido y la última yéndose con su familia a la playa para pasar Semana Santa. Fue tal el escándalo desatado, que la autoridad se describió como «un idiota» y tuvo que pedir disculpas públicas.
Apoyo de todos los sectores y miles y miles de pruebas
A pesar de ese percance, la Mandataria ha sido apoyada ampliamente por todos los sectores. El Partido Nacional (centroderecha) decidió hasta ayudarla en las medidas que se vengan.
Además de estrictas medidas, Nueva Zelandia lleva a cabo diariamente 3.343 pruebas, lo que los deja con un total de 46.875 test realizados a la fecha, según cifras del Ministerio de Salud neozelandés.
Y su capacidad continúa aumentando. El país tiene suministros en stock para casi 49.000 pruebas, y esperan tener entre 50.000 y 60.000 test más a fines de esta semana.
«Tenemos signos positivos, sobre todo el hecho de que podríamos haber tenido 4.000 casos ahora, en lugar de 1.000», expresó Ardern. «Pero no quiero adelantarnos …».
Asimismo, la Mandataria advirtió que las regiones del país con una gran cantidad de casos, como Auckland, podrían permanecer encerradas por más tiempo, y todas las regiones de Nueva Zelandia deberían estar preparadas para entrar y salir de los diferentes niveles de alerta, dependiendo de su situación, después de que se termine el cierre de un mes.
En el caso de que Nueva Zelandia logre erradicar el virus en su interior, el próximo desafío será cómo mantener así la situación. «El país no podrá permitir la entrada de personas a Nueva Zelandia hasta que el virus haya dejado de circular a nivel mundial o se haya desarrollado una vacuna», proyectó el profesor Baker.
Fuente: Emol.com