El presidente francés, Emmanuel Macron anunció este lunes por la noche la prolongación hasta el 11 de mayo del confinamiento de los franceses para combatir la expansión del coronavirus. En el tercer discurso solemne a la nación desde que en marzo la pandemia golpeó Francia, el presidente de la República anunció que, a partir de esa fecha, las escuelas empezarán a abrir y la economía se pondrá a funcionar. Fue un discurso más pedagógico que épico, una guía detallada de los siguientes pasos, un intento de explicar cómo será la salida progresiva de la clausura que ha dejado ya casi 15.000 muertos en este país y lo aboca a la mayor recesión desde 1945.
“Acabaremos ganando, pero durante meses deberemos seguir viviendo con el virus”, dijo Macron. “Nuestra nación se mantiene en pie, solidaria, con un objetivo común”.
Macron llevaba días preparándose. Consultó con científicos, con líderes internacionales, con sus antecesores inmediatos, François Hollande y Nicolas Sarkozy. En un sistema presidencialista como el francés, en el que, como ocurre ahora, el jefe de Estado también lo puede ser del Gobierno, estas ocasiones siempre están envueltas de una solemnidad particular. El presidente empezó a hablar a las 20.02, hora local, con el margen para permitir que los franceses saliesen a los balcones para aplaudir al personal sanitario y a quienes están en el “frente” de estas “guerra”, como la denominó en el 16 de marzo, cuando decretó el confinamiento.
Fue un discurso con menos acentos bélicos que los anteriores y un tono más cívico. Con menos “yo” y más “nosotros” o “vosotros”: un esfuerzo por empatizar con los millones de franceses encerrados en sus casas y por explicarles por qué deben aguantar cuatro semanas más y cómo, en ese momento, se cerrará esta primera etapa. En el discurso, de media hora, admitió la responsabilidad por imprevisión: “¿Estábamos lo suficientemente preparados? Está claro que no”. También anunció ayudas económicas a los más desfavorecidos y reconoció —ahí sí con lenguaje guerrero— los esfuerzos de las “tres líneas”: la sanitaria, la de quienes se desplazan para trabajar y la de los confinados en casa. “Ahí están los resultados”, dijo. “Desde hace unos días las entrada en la UCI disminuyen. La esperanza renace”.
El 11 de mayo debe volver a ponerse en marcha la industria, el comercio, los servicios. Poco a poco, los escolares —desde las guarderías hasta los institutos— regresarán a las aulas, una medida destinada a paliar las desigualdades que ha surgido cuando los alumnos han abandonado la escuela —gran nivelador social— y han vuelto con sus familias. Las universidades, en cambio, abrirán más tarde: en verano, dijo, sin concretar la fecha. Los restaurantes, teatros y salas de conciertos seguirán cerrados: la situación se revaluará cada semana. También continuarán en sus casas las personas de edad y vulnerables.
Macron explicó que las armas para poder sacar a Francia del letargo serán los test y las mascarillas, cuya producción y adquisición se ha disparado. Las mascarillas deberán estar disponibles para todos los franceses y podrán ser obligatorias en el transporte público. “Tendremos la capacidad para hacer tests a todas las personas con síntomas”, dijo el presidente, partidario de poner en marcha una aplicación digital para controlar a los posibles contaminados. Esta, precisó, será “anónima” y “voluntaria”. Y encargó al Parlamento que estudie su posible puesta en marcha y vele por la protección de las libertades individuales. El presidente adelantó asimismo que las fronteras externas de la UE seguirán cerradas “hasta nueva orden”.
El nuevo mundo será distinto, y el presidente también. “Sepamos […] reinventarnos, y yo el primero”, exhortó.
Macron no quiso fijar una fecha para “poner fin a esta dura prueba” y “volver a la vida de antes”. “No tenemos respuesta definitiva a ello”, avisó. Explicó que uno de los problemas es que muy pocos franceses han contraído el virus —un 10% según algunos cálculos—, lo que deja mucho espacio para que pueda resurgir. Por eso será el descubrimiento de una vacuna lo que podría marcar el fin de esta crisis sanitaria. Los científicos calculan que puede haber una vacuna entre un año y un año y medio.
“Jamás ganaremos solos”, proclamó Macron, “porque hoy en Bérgamo, en Madrid, en Bruselas, en Londres, Pekín, Nueva York, Argel o Dakar lloramos los muertos de un mismo virus”.